TOCAR LOS BORDES DEL POETA

Dr. Roberto Méndez Martínez

Academia Cubana de la Lengua

Supe por primera vez del poeta Roberto Fernández Retamar en mi adolescencia – tendría doce años o algo así- gracias a un ejemplar de Que veremos arder, colocado ante mis ojos en una librería camagüeyana. Aquel pequeño ejemplar de la colección Manjuarí me acompañó a todas partes, leí de forma insistente aquellos textos en los que, tras su desenfadada llaneza, se me antojaba suponer grandes enigmas, hasta que el libro, como suele suceder con tales volúmenes de culto, desapareció. Leer más …

Homenaje a Roberto Fernández Retamar

La Academia Cubana de la Lengua finaliza las jornadas por el Día de la Cultura Cubana, con una Mesa de Homenaje a Roberto Fernández Retamar. Disertarán los numerarios Roberto Méndez, Marlen Domínguez y Jorge Fornet, con Cira Romero como moderadora.

Con entrada libre, le esperamos en el patio del Palacio del Conde de Lombillo, el martes 29 de octubre a las 3:00 p.m. Se accede por la calle Empedrado esquina a Mercaderes, o por la Plaza de la Catedral, con entrada a través del Palacio del Marqués de Arcos.

Presencias Europeas en Cuba, la identidad a debate

Este miércoles 10 de abril se inauguró en La Habana el III Coloquio Nacional Presencias Europeas en Cuba, organizado por el Centro para la interpretación de las relaciones culturales Cuba – Europa: Palacio del Segundo Cabo.

La conferencia magistral del Dr. Sergio Valdés Bernal, titulada “Las lenguas europeas y el español de Cuba”, fue la apertura del evento teórico que convoca cada año la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

 

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En su intervención, el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas de 2018 abordó luces sobre la necesidad de analizar y describir en profundidad los patrones lingüístico-culturales aportados por los europeos, en el sentido de definir la procedencia sociolingüística de estos pobladores, o sea, qué tipo de español, inglés, francés u holandés trajeron consigo, y cuánto influyó en esto la jerga marinera o el habla portuaria, pues la colonización fue a través del océano.

La sesión de la mañana se centró en la transculturación lingüística con la moderación del Doctor en Ciencias Lingüísticas Alejandro Sánchez Castellanos, profesor del Departamento de Estudios Lingüísticos y Literarios de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana.

 

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Se presentaron así las ponencias del MSc. Pedro Adolfo Machado Aguiar (Los cuentos de mentira: la herencia cubana del español, Conde de Castañeda, y del alemán Barón de Münchhausen); el Dr. C. Ronald Antonio Ramírez Castellanos (De las crónicas a la narrativa romántico-costumbrista: Europa y Francia en la cultura popular santiaguera de la Colonia); la Lic. Tatiana Guerra Hernández (Voló como Matías Pérez, un refrán que tiene historia); sobre esta línea de dichos populares debatió la MSc. Bárbara Oneida Venegas Arbolaez con su presentación “La ruralización del refrán en Trinidad y Sancti Spíritus. Aproximación histórica”; así como MSc. Edilinda Chacón Campbell (El pregón una herencia hispana en Cuba. Actualidad en la ciudad de Santiago de Cuba).

 

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La sesión tarde, conducida por la MSc. Zenaida Iglesias Sánchez, historiadora e investigadora de la Empresa Restaura de la OHCH, incluyó la conferencia “Impacto inglés en la cultura popular tradicional cubana”, del Dr. Avelino Víctor Couceiro Rodríguez; “Incidencia de la migración balear en la cultura popular tradicional en la comunidad de Surgidero de Batabanó”, del MSc. Vicente Robinson Echevarría; a la MSc. Adriana Hernández Gómez de Molina con “Cultura y tradiciones en el asentamiento hebreo de La Habana Vieja”; Así como al MSc. Maciel Reyes Aguilera y la investigación “Vivir a la francesa en el cafetal oriental del siglo XIX”.

La Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, en el marco del proyecto de cooperación internacional Gestión integral participativa y sostenible para el desarrollo local del Centro Histórico y la Bahía de La Habana, auspiciado por la Unión Europea y el Ayuntamiento de Barcelona, organiza el III Coloquio Nacional Presencias Europeas en Cuba, con la rectoría del Centro para la interpretación de las relaciones culturales Cuba – Europa: Palacio del Segundo Cabo. El evento se extenderá los días 11 y 12 de abril de 2019.

 

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Un total de 27 ponencias fueron aceptadas para su participación en la actual convocatoria del evento cuyos resultados serán incluidos en las memorias de este Coloquio y futuras publicaciones del Centro de Interpretación.

DISCURSO PARA LA RECEPCIÓN DEL PREMIO NACIONAL DE LITERATURA 2019

Siempre que me preguntan sobre el oficio del escritor y la escritora, acudo a una definición atribuida a los franceses hermanos Goncourt: “facilidad innata y dificultad adquirida”. A lo que yo añado dos premisas: el dominio de la lengua y la conciencia de pertenecer a una cultura determinada.
Yo también he tenido otras divisas como persona y como escritora, y una de estas ha sido un hermoso y lúcido verso de la poesía lírica azteca que se preguntaba qué debía dejar uno después de su muerte y contestaba: “Al menos flores al menos cantos.”
Recibir el Premio Nacional de Literatura me ha redondeado los afanes de mi vida literaria. No solo lo agradezco enormemente, sino que estoy conmovida por tantas muestras de afecto. Y lo comparto con todos aquellos, familia, amigos, colegas, que me han ayudado a llegar a este punto.
Deseo aprovechar la ocasión de este acto para rendir sincero homenaje a aquellos ganadores anteriores de la distinción con la que hoy se me honra, afirmando que el ser merecedora del premio por ellos ya alcanzado prestigia aún más mi propia condición de premiada y el honor de compartir este pase de lista.
Antes de continuar quiero agradecer de manera particular a los jurados, a los amigos como Lázaro García que me han estimulado a no perder las esperanzas y a los editores de mi obra. Y agradecer a mis amistades en el extranjero que han traducido y publicado mi obra: Colette Casado, Irina Bajini, Sara Cooper y Fabio Murrieta.
Como tantas personas me han ido diciendo, siento que al fin he alcanzado algo que hace mucho quería. Lamento que por pasado ese tiempo, no estén a mi lado algunos difuntos que lo hubieran celebrado conmigo como Ezequiel Vieta, mi hermano Albertico Yáñez y Nancy Alonso. Pero el obtenerlo ha sido una emoción y un honor grande. Como ya he repetido, entre las manifestaciones más importantes han estado en las tantas demostraciones de afecto y aprobación que he recibido.
Si mi padre Alberto Yáñez estuviera vivo, diría que me acaban de dar un equivalente al balón de oro. (¡GOL!) Y yo añadiría también con un toque de humor negro que este premio me ha cambiado hasta mi epitafio que consistía en “Al fin en todas las listas negras”. Ya no.
Cómo y cuándo nació esta vocación mía por las letras
En mis comienzos de escritora, sin lugar a dudas, está en primerísimo lugar la familia. Mi papá periodista, y una madre con una excepcional sensibilidad. Así que creo que hay algo en los genes por ahí. Las motivaciones… bueno, cuando era pequeña quería que los cuentos terminaran como a mí me gustaba y así empecé…
Desde niña, con una familia inclinada a las Letras y un tío abuelo que me enseñaba poemas, siempre tuve la lectura como parte de mi esencia. Escribía cuentecitos. Mi niñez fue común, si se puede llamar común a tener un tío abuelo como el mío, o unos padres como Nena y Alberto. Mi tía Tata me regaló a los seis años Los tres mosqueteros y una lamparita para leer en la cama. Todavía conservo ambos objetos y la costumbre. Mi familia me puso a estudiar piano y baile español, lo típico; pero al mismo tiempo me llevaban a los juegos de la Habana y Almendares, a los palcos reservados para los periodistas de las carreras de autos, a corretear con los futbolistas en el stadium de la Tropical, sin ningún melindre. Mi tío abuelo Félix era el coime de los billares del Centro Asturiano, un ser peculiar, dulce y enamorado. Escribía poemas y se daba tragos con Hemingway en el Floridita. El tío Félix me secundaba en mis fantasías aventureriles, íbamos a pescar a Casablanca con un cordelito y un clavo jorobado, o a cazar leones con una escopetica que disparaba un corcho en los jardines del Capitolio. La escalera de la casa de la abuela era el barranco donde se escondían los eternos enemigos, los indios apaches. El campamento de «los buenos» era detrás del escaparate de mi mamá. Mi mamá Nena tenía una mente muy ágil y una sensibilidad peculiar, mi papá Alberto, periodista y futbolista, un sentido del humor todo el tiempo en acción. Desde siempre que recuerdo, mi casa era un avispero de imaginación. Creo que todo ese caldo de cultivo hizo que mi hermano y yo nos inclináramos a las letras…. tal vez la manera más apacible de canalizar aquellas energías tan locas de mi familia.
Mi primer premio literario me lo dieron en el sexto grado en el Plantel Jovellanos donde yo estudiaba, tenía 10 años y era un concurso sobre la Fundación del Centro Asturiano de la Habana. Me gané una medalla y mi texto, escrito en el aula como un examen, fue publicado en la revista TOPICOS hispano cubanos en julio de 1959. La primera frase de mi texto era “El triunfo es de los que se sacrifican”.
No obstante, mi principal giro fue el de la profesión. Desde niña yo quería trabajar en publicidad y ser caricaturista. Combinar la destreza para el trazado de dibujos con la habilidad para escribir. De esta manera, apenas con 12 años participé junto a mi padre como Fundadora del Diario Humorístico Palante donde incluso llegué a publicar algunas caricaturas.
Me incliné a estudiar pintura y de hecho pasé las pruebas para entrar en la Escuela Nacional de Arte. Entonces, a punto ya de hacer mis maletas para becarme en Cubanacán, me avisaron de que había sido seleccionada para una escuela distinta, un bachillerato para adolescentes superdotados, lo que sería el Instituto Preuniversitario Especial Raúl Cepero Bonilla. Una interferencia en mis planes, aunque a mi favor, pues esos tres años en el Cepero Bonilla fueron no sólo felices, sino decisivos en el establecimiento de una ética de exigencia y de rigor. Hubo otros giros más: de una niña mimada y bien educada, me transformé en joven rebelde y medio hippie.
Me inicié en la literatura escribiendo narrativa, cuando era una adolescente. Y lo primero de ficción que publiqué en una revista fue un cuento en la Revista Santiago. Luego estudiaba en la Escuela de Letras y allí por la asignatura de Historia del Arte, Adelaida de Juan nos encomendó la tarea de visitar la parte antigua de la Habana, lo que llamamos “La Habana Vieja”, con sus mansiones de siglos pasados, sus callejuelas, sus iglesias, sus plazas. Mientras descubría una parte de la ciudad que, aunque la había caminado de vez en cuando, no la había visto con los ojos de la admiración artística y para mí fue un deslumbramiento. Tenía veinte años y también descubrí el primer amor. Un día me senté y como en una racha incontenible escribí un manojo de poemas. Esos poemas que cuentan del arrebato por mi ciudad y por el amor formaron el libro LAS VISITAS que fue Premio del concurso universitario “13 de marzo” y mi primer libro publicado. Es además mi libro más querido.
Para mi ese fue durante mucho tiempo el gran premio de mi vida. Me publicaron el libro, que se convirtió en mi texto más estimado. Era un galardón que muchos teníamos en alta estima (Abel Prieto también lo ganó, en narrativa).
En los años sesenta, éramos fanáticos de aquella película que se llamaba Hiroshima Mon Amour. Lo que más me impresionaba de ese título proyectado sobre la trama era su oculta relación entre el amor y el sufrimiento. Es cuando uno ama tanto a algo o a alguien que le duele. Esa es la Habana mi amor, para mí. Es la sustancia de mis primeros poemas, Las visitas, un recorrido por la Habana Vieja. Es la sustancia de mi primer cuento y que le dio título a una de mis colecciones de narraciones La Habana es una ciudad bien grande, y creo que es la razón de buena parte de mis elecciones en la vida. La Habana es el mar, sus ruinas, sus gentes, la nostalgia concreta de los que no están, mis perros, mi patio de Cojímar, mi propio «huerto claro donde madura el limonero», como diría Machado.
Así que dedico parte de emoción al 500 aniversario de la Ciudad de la Habana.
Cojímar tiene lo que más amo de la Habana: el mar… y ese aire que imprime de limpieza de espíritu, de aventura no culminada, de serenidad y también de furia cuando viene a cuento. Es, como hubiera dicho Hemingway, trasladando el set: “un lugar limpio y bien alumbrado”. Para vivir, para escribir, y para morir, también cuando venga a cuento.
Como ya he dicho en otras ocasiones, entre los escritores del exterior como influencia después de su lectura, empezaría por Salinger; después Carson McCullers, y Hemingway. También Marguerite Yourcenar y Juan Rulfo. Y entre los escritores cercanos que me han apoyado en mi elección de convertirme en escritora me siento agradecida a Ezequiel Vieta, (que me llevaba recio en el ejercicio de escribir, pero sin desalentarme, todo lo contrario), a mis profesores Roberto Fernández Retamar, César López, Jaime Sarusky y Juan Arcocha. Amigos como Pepe Triana. Y también a mis profesores de literatura tanto en el Instituto Cepero Bonilla como en la Escuela de Letras, como Nuria Nuiry, Camila Henríquez Ureña, Juanita Conejero, Lucía Sardiñas y Mirta Aguirre. La literatura se volvió la inquietud más seria de mi vida. Leer y escribir son las almas de mi existencia.
Los libros extranjeros que entonces se publicaban en Cuba se conseguían por centavos y en Cuba se publicaba muchísimo de lo mejor de la literatura europea, norteamericana y latinoamericana (y de otros lares también, claro). Uno de mis primeros trabajos críticos fue un prólogo sobre Carson McCullers. Leí mucho a Salinger, a Hemingway, la novela realista francesa, a las Marguerite Duras y Yourcenar, a Benito Pérez Galdós que es una estupenda escuela para quien quiera escribir en correcto español y no parezcan como traducciones (algo que ocurría en algunos textos cubanos que han tenido mucho bombo). Por supuesto, también leía y daba clases sobre ellos, desde fechas bien tempranas, a Borges, Rulfo, Cortázar, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa. Algunos me influyeron para bien, como en la concisión. Otros me influyeron para mal y con los que he cometido parricidio en mi disco duro. A Raymond Carver lo descubrí gracias a Alain Sicard, colega y amigo profesor en Poitiers, que vio puntos de contacto y me regaló sus cuentos…¡en francés!
Y como buena hemingweyana siempre he estado pendiente de lo que se oculta debajo de la punta del iceberg.
Para seguir, insisto en que defiendo el término de poetisa. En el uso correcto de la lengua ese es el término que corresponde. Entiendo las razones de orden histórico y estético que ha provocado que muchas prefieran ser llamadas “poetas”, pero no debemos dejarnos arrebatar por determinaciones de género, el uso de un término en correcto español y además tan bello.
Yo creo muy firmemente en que para escribir en una lengua hay que, ante todo, dominarla. Aunque resulte tedioso, el aprendizaje de los autores españoles del siglo XIX no tiene comparación. El instrumento del escritor es, como el martillo del carpintero, el idioma. Insisto, hay que ser culto y conocedor de la lengua en la cual uno escribe. Es el ABC de la escritura.
Mi intención estética, aunque haya elementos fantásticos, es sobre todo realista. Y con distintos personajes como el de la mujer enloquecida que habla sola en mi novela Sangra por la herida uso exactamente estos componentes: el sueño y el humor. Lo qué siempre se mantiene de una u otra forma en mi obra, es la mezcla del humor con lo trágico, diría que casi es un sello literario mío. En los momentos más trágicos, más horribles de mi vida, no he podido dejar el humor negro, porque si se hiciera un recuento lo primero que yo escribía eran cuentos negros.
Por otra parte, ya como un rasgo de estilo, me gusta que mis personajes hablen desde una autenticidad. La busco, sin que ello implique un naturalismo banal o la aceptación de la grosería para ser realista. Creo que el español del habla no se puede trasferir literal a la literatura como si se puede en otras lenguas. Con el español hay que hacer un cuidadoso trabajo de reelaboración, pero siempre partiendo de lo genuino.
La emoción y la sensibilidad son importantes a la hora de escribir, pero también la cultura y el conocimiento preciso del idioma y lograr que salga de una forma natural. Como decía Bioy Casares, estoy convencida de que «el escritor debe escribir con claridad», a lo que añado austeridad en el estilo, sinceridad en la elección de temas y enfoque, y naturalmente dominio del lenguaje.
La literatura es para mí, en primerísimo lugar, conocimiento. En segundo lugar entretenimiento. La tercera es comunicación. Yo creo que estos son los tres aspectos fundamentales. El escritor tiene que comunicar una emoción y tiene que trasmitir su verdad. Es que para mí la literatura verdadera cumple una función cognoscitiva dentro del entretenimiento y del intercambio con los demás. Y esto vale para todos los géneros que he asumido desde la ficción, el testimonio, el periodismo hasta los guiones.
Ahora quisiera leer una cita del narrador cubano Lisandro Otero en su discurso de aceptación del Premio Nacional en 2003. No se puede decir mejor y más sintético de cómo él lo dijo:
“A veces fui catalogado como conflictivo y polémico por mantener ciertas pautas divergentes, pero sostuve mis discrepancias sin ceder jamás en los principios. Los disentimientos nunca fueron de fondo. No he sido un conformista sumiso ni un resignado sin criterio y a ello debo no pocos tropiezos. Me considero intransigente y por ello mismo, revolucionario.”
La lengua dura de la escritora norteamericana Djuna Barnes advertía que había que «huir del veredicto de lo vulgar». Pero yo no huyo….presento pelea. Efectivamente, aunque no lo disfruto, no me puedo morder la lengua —como me recomendaba mi sabia mamá— ante la vulgaridad, la corrupción, la mediocridad, la injusticia. Supongo que la fama de buscapleitos me la hayan endilgado algunos que no han salido bien parados de una discrepancia conmigo. Y pudiera contar muchas historias.
Desde joven, siempre he pensado que se debe ser consecuente con uno mismo. Una de las palabras claves es compromiso y otra es la honradez al escribir. La literatura no es un sofá cómodo desde donde disponerse a ser testigo de la realidad. Escribo para exorcizarme de verdades insoportables.
Todo lo demás es floritura. La esencia es esa: la igualdad de condiciones, de posibilidades. En el caso de la literatura se trata también de hacer una lectura de los textos desde una mirada de género. No exclusivista naturalmente. Siempre recalco que todo fundamentalismo es anti intelectual, y que lo principal es el talento, escribir bien. Ser escritora feminista significa para mí el rescate del olvido de la obra de muchas escritoras silenciadas, tomar conciencia ante el hecho creativo, y en definitiva escribir cómo se piensa.
Antes de cerrar estas palabras quiero recordar a mis dos personajes inspiradores en todas las épocas: el Principito y el Zorro. Y la célebre frase de que:
“He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. (…) Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa”
Y para cerrar voy a leer las últimas líneas de un poema que me regalo el amigo y colega Rolando López del Amo, por haber obtenido el Premio Nacional de Literatura:
Así es como me parece
que se debe reaccionar
al ocupar un lugar
prestigioso y merecido
que triunfa contra el olvido.
Entonces: ¡a trabajar!
MUCHAS GRACIAS

ELOGIO A MIRTA YÁÑEZ

Advertencia: No esperen que este Elogio a Mirta Yáñez sea un largo memorial, vale advertirles que todos los elogios, alabanzas y adjetivos serán pocos para una obra sobrecogedora por su amplitud y su calidad estética. Pero trataremos de cumplir con el encargo del jurado.
Para la Doctora en Ciencias Literarias y Académica de Número de la Academia Cubana de la Lengua, Mirta Yáñez, la escritura ha sido más que una vocación, es una manera de vivir, es un elemento esencial de su humanidad. Es también la vía para sus explosiones de rebeldía y para revelar a los otros su personal y única percepción de la realidad.
Podríamos preguntarnos: ¿es solo la admiración por el arte de escribir lo que nos trae aquí hoy? ¿Acaso es el tributo a una vida para y por la literatura? ¿Quizás venimos porque distinguimos a una escritora con un amplio registro en cuanto a los géneros como la poesía, el ensayo, el testimonio, el cuento y la novela?
Sí, puede ser que eso nos convoque, y también para reconocer que desde su temprano cuaderno de poesía Las visitas de 1971, aparece una voz distinta, con el giro brillante que sorprende y conmueve, poesía que madura con los años sin abandonar los signos iniciales de su poética.
Los años de desempeño en la docencia, las investigaciones y estudios literarios desembocan en una brillante ensayística, baste mencionar el ensayo publicado por Casa de las Américas y Premio de la Crítica: La narrativa del romanticismo en Latinoamérica. Agreguemos su recopilación de ensayos en: Cubanas a capítulo y El Matadero: un modelo para desarmar. Pero si revisamos los prólogos de Mirta, nos damos cuenta que son verdaderos ensayos de alto valor y constituyen un excelente material más que atendible para su compilación y publicación.
La poesía es para Mirta Yáñez, según sus propias palabras “una necesidad de expresar algo”, pero el cuento, ha advertido, fue asimismo la necesidad de hacer sus propias historias para llenar un vacío, para hacer lo que no habían hecho otros, y así estamos ante una magnífica posición creadora: la escritora propone algo nuevo, sin descuidar el lenguaje, sin atender a modas, con una voz narrativa particular. Dos de sus libros de cuentos obtuvieron el Premio de la Crítica: El diablo son las cosas en 1988, y Falsos documentos en 2005. He dejado para último su novela Sangra por la herida, Premio de la Crítica en 2010; además, por ofrecer dicha novela el testimonio de toda una generación en diálogo con la ciudad y con su época de formación, al tiempo que en ella puede apreciarse el magistral dominio de diversos estratos lingüísticos, obtuvo el Premio de la Academia Cubana de la Lengua en el 2012.
Para completar los cinco premios de la Crítica Literaria en distintos géneros, falta mencionar el obtenido en el 2014 por Damas de social, en colaboración con Nancy Alonso.
No podemos quedarnos en los premios, títulos y reconocimientos, o porque su cuentística sea objeto de estudio en universidades extranjeras, sobre todo norteamericanas. Es que la obra de Mirta Yáñez tiene una trascendencia alcanzada por su profunda cubanidad que hallamos en el manejo del lenguaje, en el humor fino y cáustico, en el diseño y conflictos de sus personajes, en la intensidad con que expone la realidad, donde la crítica está implícita. Recuerdo que dijiste algo así: “en la literatura nada puede presentarse de manera obvia.” No podría yo expresarlo mejor que Sara Cooper, quien te entrevistó, y cito: “Los temas de clase, raza, género y sexualidad están entretejidos artísticamente en lo humorístico y en narrativas conmovedoras que hacen al lector detenerse para reconsiderar sus puntos de vista o razonamientos acerca de Cuba y de la vida.”
La huella trascendente de Mirta la encontramos en la Literatura para niños y jóvenes, pues con su narrativa propone un punto de giro que dará paso a una novedosa visión y manera de hacer, para colocar a esta serie literaria en el lugar que le corresponde en las letras de la Isla.
Su escritura y su accionar le otorgó visibilidad al discurso literario femenino, en nuestro país. La antología de cuentistas cubanas Estatuas de sal preparada por Mirta y Marilyn Bobes, constituye un lugar obligatorio de referencia para quienes emprenden los estudios de literatura escrita por mujeres.
Y quiero terminar con una cita de Mirta donde expone su compromiso con la literatura. Cito: “la literatura es la literatura y no se puede vender por unas monedas y creo que el acto de escribir va como un cuadro, como pintar un cuadro con flores lindas […]. Y tú tienes que pintar lo que tengas dentro. Si tienes dentro algún monstruo espantoso píntalo, o escríbelo. O si tienes una flor, aquí hay que decirlo al revés, si tienes una flor escríbela, aunque estén de moda los monstruos.”
Mirta, estamos contigo.
Muchas gracias.

Palabras para Carilda Oliver Labra

De noche. Noche espléndida.

Estábamos en la terraza de un café, bajo el cielo de Matanzas. Había música. Sobre un estrado, una pequeña orquesta tocaba. Escritores extranjeros y algunos cubanos visitábamos la ciudad. Algunos bailaban, otros sentados conversaban, tomando un ron o un daiquiry. Soplaba el aire de fines de febrero. Yo no la conocía, nunca antes en persona la vi. Vestida con traje oscuro, esa noche la veía bailar. Leer más …

CARILDA MÁS ACÁ DEL POLVO

Roberto Méndez Martínez*

Yo soy uno de esos lectores que descubrió tardíamente la poesía de Carilda Oliver Labra. Quizá fue providencial. En los años de mi juventud temprana, cuando dividía mi admiración entre Rilke y T.S.Eliot, cuando volvía una y otra vez sobre la obra de Lezama, de Baquero, de Diego, libros como Al sur de mi garganta y Memoria de la fiebre, de haberse cruzado en mi camino, los hubiera visto apenas como curiosidades de otro tiempo. Piénsese que hablo de los años 70, cuando unos pocos, asqueados de la poesía oficial y oficiosa, mal soportada por un lenguaje arrancado del peor periodismo, nos refugiábamos en ciertas bibliotecas para leer los textos por entonces colocados en el Index: Primer libro de la ciudad, Toda la poesía, Escrito en las puertas, El justo tiempo humano. Nada de efusiones románticas, ni de poesía erótica femenina. Leer más …

Hacia una historia de la lengua española

Presentación del libro Hacia una historia de la lengua española,

de Marlen A. Domínguez Hernández

<… estudiar historia de la lengua no es una actividad de erudición,

sino de formación.>

Luis Álvarez (Prólogo).

por Margarita Vásquez Quirós,

Academia Panameña de la Lengua

Agradezco a Marlen Domínguez y a la Editorial Universitaria Félix Varela la oportunidad que me brindan para presentar el libro Hacia una historia de la lengua española. No soy más que lectora gozosa de los temas tratados en este libro, un poco temidos, en general, en estos tiempos, incluso en las universidades. Esto lo digo, y puedo dar fe de ello. Creo que hay aprensión, para no decir temor (y tengo que morderme la lengua para no llamarlo ignorancia). Nace en aquel que no las tiene todas consigo cuando se enfrenta al cambio; y, particularmente, a los cambios provocados en las lenguas por las necesidades comunicativas que atraviesan el tiempo y el uso.

Por lo mismo, tengo que imitar los versos de Andrés Laguna citados en el epígrafe del capítulo titulado <Generalidades>: pensando que sabemos mucho sobre el tema, pecamos por no querer saber más. Y porque la experiencia me dicta lo que digo y porque admiro el trabajo incansable de los maestros dedicados, quienes son los que más necesitan de este libro, aplaudo con entusiasmo la adecuación a la docencia de una refrescante bibliografía y la creación de materiales para la docencia filológica y lingüística, tarea que no es fácil y que aquí se logra con creces en quienes más lo agradecen: los estudiantes.

Confío y espero porque este libro anuncia para las universidades una dirección metodológica para la formación de personal capaz de documentar y registrar los cambios lingüísticos, la variación, la evolución del español, que, como sabemos, es la lengua oficial de veintitrés países a los que habría que sumar un grupo más de hablantes disgregados por el mundo. Este adiestramiento parte del análisis de textos o de la caracterización de las principales tendencias de transformación en nuestra lengua, con la posibilidad de compararlas con otros idiomas con los cuales convivimos en nuestra aldea global. Este libro, con su disciplinado sello magistral de la Historia, con su generosa entrega de bienes intangibles, proyecta a otros niveles de análisis los conocimientos gramaticales del español, el latín, las diferentes literaturas en lengua española (que, a su vez, arrastran consigo elementos culturales relacionados con la lingüística, la sociolingüística, la comprensión de la metodología de la investigación o la estilística y prepara para el análisis del discurso o la lexicografía). Leer más …

Llegada de Cira Romero a la Academia Cubana/Por: REYNALDO GONZÁLEZ

Es un acierto notable la entrada de la investigadora literaria Cira Romero a la Academia Cubana de la Lengua, sorprende que no estuviera desde mucho tiempo antes en una de nuestras sillas. No se requieren aptitudes de adivinación para vaticinar que su presencia redundará un beneficio ante el cúmulo de tareas que solemos afrontar. Su currículo dispone de un respaldo inmediato en las estanterías de nuestras bibliotecas y librerías, beneficio para nuestra literatura colocado en las manos de los lectores. Ha trabajado con dedicación y ahínco sobre textos coloniales, republicanos y de la inmediatez. Antes de su llegada ya la contábamos como colaboradora en labores de gran empeño y necesidad, ediciones críticas y trazados periódicos imprescindibles. Leer más …