Roberto Méndez Martínez*
Yo soy uno de esos lectores que descubrió tardíamente la poesía de Carilda Oliver Labra. Quizá fue providencial. En los años de mi juventud temprana, cuando dividía mi admiración entre Rilke y T.S.Eliot, cuando volvía una y otra vez sobre la obra de Lezama, de Baquero, de Diego, libros como Al sur de mi garganta y Memoria de la fiebre, de haberse cruzado en mi camino, los hubiera visto apenas como curiosidades de otro tiempo. Piénsese que hablo de los años 70, cuando unos pocos, asqueados de la poesía oficial y oficiosa, mal soportada por un lenguaje arrancado del peor periodismo, nos refugiábamos en ciertas bibliotecas para leer los textos por entonces colocados en el Index: Primer libro de la ciudad, Toda la poesía, Escrito en las puertas, El justo tiempo humano. Nada de efusiones románticas, ni de poesía erótica femenina. Leer más …