Recibimiento de Mirta Yáñez Quiñoa /Por: Margarita Mateo Palmer

Viajando a horcajadas sobre una escoba volandera —alas de murciélago, ojos de sapo,colita de alacránal cuello—parece haber realizado Mirta Yáñez este recorrido por la novela romántica hispanoamericana, dispuesta a desenredar la trama urdida por las babas de diablo ya rescatar los hilos de la virgen, zurcidos, ya que no bordados, en lo más profundo del siglo XIX. Se trata de un momento de la historia literaria del subcontinente sobre el cual la autora tiene particular dominio, como lo atestiguan varios de sus libros: laRecopilación de textos sobre la novela romántica publicada en 1978, La narrativa romántica en Latinoamérica(1990), su tesis de doctorado defendida en la Universidad de La Habana en 1992 bajo la tutoría de Roberto Fernández Retamar —editada más adelante como El matadero: un modelo para desarmar— y recientemente la antología El romanticismo hispanoamericano. Mas la mirada maliciosa y revocante que guía ahora sus afanes pone también en juego otros saberes: mañas para leer entre líneas, picardía para interpretar los silencios, suspicacia para distinguir gatosdeliebres, triquiñuelas para desmantelar frases alabadoras, astucia para desempolvar textos olvidados, abracadabras para recuperar voces perdidas y denunciar cómo, tras el discurso falsamente laudatoriosobre la mujerse cobijan la subestimación y el menosprecio. En este campo la autora también posee una amplísima experiencia, como da fe, entre otros, su fundamental estudio para Estatuas de sal (1996). Cobra así relieve el arte de la hechicería, puesto en función de exorcizar ciertos demonios y desmontar minuciosamente el andamiaje levantado por los machos cabríos de las huestes decimonónicas de Satán, como se ha podido apreciar hoy.

Muy temprano dio muestras Mirta Yáñezde una sostenida vocación literaria, defendida contra viento y marea a través de los años. Su primer libro lo fue de poemas, editado por la Imprenta Universitaria en 1971.Como expresaraen su prólogo José Antonio Portuondo:

Cuando Mirta Yáñez escribió Las visitas era una nerviosa, sensible estudiante de Letras Hispánicas, que acababa de hacer el peregrinaje de La Habana Vieja con sus compañeros de la asignatura de Historia del Arte[…] La ciudad, para todos fue un muestrario, vitrina de museo puesta al examen de un grupo de estudiantes que aprendían a mirar, y a ver, con ojos críticos su ciudad. Para Mirta fue, además, el hallazgo de una vida profunda, latente entre las piedras y los cristales…

Fueron años aquellosde intenso y académico bregar, primero como alumna—dizque algo díscola y protestona— licenciada con la tesis “Poesía lírica náhuatl”, bajo la tutoría de Camila Henríquez Ureña; después como profesora en la misma Escuela de Letras, espacio del saber custodiado por los jagüeyes de la calle G, escenario dedos de los relatos de Falsos testimonios.La joven y agitadísima maestra corría de las aulas a los predios de la Dirección de Extensión Universitaria donde discutía acaloradamente con Bernardo Callejas,Excilia Saldaña o Nara Araújo los planes de publicación, editaba antologías, programaba exposiciones y recitales; regresaba veloz —loma arriba, loma abajo— al edificio Dihigo dondeazotaba con látigo implacable a los profesores de literatura latinoamericana para que entregaran los materiales del libro de texto de literatura prehispánica —pobre de mí, infelice, encomendada a los quechuas—;se enfrascaba en largas disquisiciones con Mercedes Pereira sobre las silvas de Andrés Bello, desafiaba a Rogelio Rodríguez Coronel a sustituir en los programas El periquillo sarniento por Don Catrín de la Fachenda, y mientras aquellos avatares docentes transcurrían, Mirta continuaba —empecinamiento sin par—escribiendo su obra.

Vista ahora, desde la distancia, puede apreciarse la versatilidad de su quehacer literario, que va de la poesía a la novela, de la literatura infantil al ensayo, del testimonio al cuento. Este último género ha sido el más transitado por ella. Desde que publicó su primer libro de relatos en 1976 no ha dejado de afirmarse en esta zona de la narrativa donde ha obtenido importantes reconocimientos.Sus cuentos han estado representados en las más importantes y diversas antologías de la narración breve en Cuba, incluida la titulada Hombres en juego de 1998.

Quisiera detenermebrevemente en una característica de su obra muy apreciada por la que pule, brilla y da esplendor: el profundo dominio de la lengua desplegado en su escritura, su competencia lingüística, su capacidadpara moverse con similar rigoren registros muy diferentes. Desde el lenguaje colorido y poético de su novela para niños hasta la prosa depurada, grave, ceñida y elegante de Falsos documentos, pasando por la sobriedad y frescura de su poesía, el juego inteligente con los vocablospara lograr la ironía, el humor y lasátira en sus narraciones, y el lenguaje preciso, incisivo, puntual, afilado de sus valoraciones críticas. Es notable también su sensibilidad hacia determinadas expresiones del habla popular, formas particulares de la oralidad que constituyen un importante legado del español en Cuba, diseminadas a través de su obra. Los títulos de algunos de sus libros son elocuentes en esta dirección: Todos los negros tomamos café, El diablo son las cosas, Una memoria de elefante, Del azafrán al lirio, La hora de los mameyeso Sangra por la herida. Se trata, en fin, de un profundo respeto por la lengua en sus más diversas variantes y normas, un regodeo en el valor y el sentido de las palabras, así como en las más diversas formas de relacionarlas, confrontarlas, conjugarlas, zarandearlas para extraerles su jugo y potenciar sus posibilidades comunicativas. Detrás de esto hay, desde luego, un verdadero amor por la palabra en sí misma, por el arte de reforzar sus valores estéticos haciéndoles trazumar belleza.

Con una fecunda obra literaria que ha obtenido, entre otros reconocimientos, cuatro Premios Nacionales de la Crítica Literaria y muy recientemente el premio de la Academia Cubana de la Lengua por sunovela Sangra por la herida, a Mirta Yáñez le ha sido otorgado el sillón que ocupara de 2003 a 2009 la Dra. Gisela Cárdenas Molina,estudiosa de reconocida labor en el campo de la lingüística.

Suya será a partir de ahora la letra erre, que cuenta con una prosapia y un halo de prestigio particulares. Es la segunda consonante del alfabeto que más se repite, y en sus remotos orígenes etimológicos, significó cabeza. Letras es de pronunciación difícil en su variante fonética de vibración lingual múltiple en la zona alveolar. Por ese motivo, puede evocar dulces momentos de la infancia cuandolas abuelitas cantaban el arrorró o repetían el sonsonete prosódico-pedagógico de “erre con erre cigarro, erre con erre barril”. Según Harold Bayley, en su estudio sobre el simbolismo de las letras, representa el báculo, el cayado del pastor, lo cual remite a la fe, al poder divino y a la fuerza creadora. Este mismo autor señala la presencia de la R en los emblemas medievales y del siglo XVI para remitir a palabras como Regeneratio o Redemptio. No obstante, algunas lenguas maledicentes han comentado que los verdaderos motivos por los cuales se ha adjudicado este sillón a lanuevo miembro se debe al hecho de ser esta laconsonante que inicia palabras como rabiosa, regañona, ríspida, refunfuñona, revoltosa, reacia, rafagosa y retadora. Otros han mencionado vocablos más benévolos comorazonable, receptiva, refinada, recta, y, desde luego, romántica. Yo me inclino hacia términos comorigurosa, reconocida, racional, rimadora, rebelde, rotunda.

Sea cual fuere, entonces, el motivo por el cual ocupa este y no otro sillón—más relacionado, es obvio, con el azar que con los comentarios escuchados—, lo cierto es que nuestra corporaciónse complace hoy de tenera Mirta Yáñez Quiñoa entre sus filas.

Le doy, así, la bienvenida, en nombre de todos mis colegas: cálido y afectuoso recibimiento —con erre mayúscula y tres entusiasmados hurras—como miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua.

Margarita Mateo Palmer