Discurso de entrada de Cira Romero

ACADÉMICOS QUE ME RECIBEN COMO MIEMBRO DE NÚMERO DE ESTA PRESTIGIOSA INSTITUCIÓN, COLEGAS, AMIGOS Y FAMILIARES QUE ME ACOMPAÑAN EN ESTE ACTO:

I

Desde que nací me educaron bajo el precepto de que «lo peor que se puede ser en el mundo es desagradecida». Guiada por ese principio me siento obligada a evocar, en este momento especial de mi vida, a tres personas, ya desaparecidas, que significaron mucho en mi vida personal y profesional: Manuel Cofiño, que, desde mi Santa Clara natal y de la mano del amor, me trajo a La Habana y me ayudó a instalarme en el mundo intelectual cubano desde finales de la década del 60; Julián Barrio, quien también desde el amor, pero sin tener que ver nada con mi profesión, siempre respetó mi trabajo y me creó condiciones materiales para ejercerlo. La tercera persona es José Antonio Portuondo, a cuyo despachó llegué con apenas veinticuatro años y con solo un título de recién graduada de Letras de la Universidad Central de Las Villas — o sea, era una perfecta desconocida—, Leer más …