Maritza Carrillo y el arte gramatical. Palabras en su recepción como académica de número

Por: Elina Miranda Cancela

Hace ya unos cuantos años –suficientes, como para no aventurarme en busca de precisión- en una mañana sabatina e invernal – de las pocas en nuestro clima- asistí a lo que, en la jerga universitaria de aquella época metodológica, se conocía como una clase abierta, ofrecida por una joven instructora, o quizás asistente, Maritza Carrillo Guibert. Descubrí entonces, al igual que los restantes colegas convocados, que la enseñanza de la gramática podía motivar y hacernos olvidar nuestros resabios de obligados madrugadores de fin de semana, puesto que en aquella muchacha, que tan poco se hacía notar en el entonces departamento de Lingüística y Letras Clásicas, teníamos una verdadera maestra, no solo por su amplio dominio de la materia, sino por su capacidad de eficaz comunicadora, algo que siempre había procurado ocultarnos, no sin cierta “alevosía” de su parte, tras su carácter modesto y recogido.

La conocía, en verdad, desde sus tiempos de estudiante, cuando a las profesoras jóvenes nos nombraban coordinadoras de año, de manera que durante algún tiempo tuve esa función precisamente en distintos cursos de su promoción. Nos acercamos en trabajos del “sindicatito” departamental y, desde entonces, supe de su calidad humana, sincera y franca, incapaz de aceptar juicios preconcebidos y, en contraste con su afición a no destacarse, dispuesta a desafiar, si es preciso, ambientes enrarecidos o malevolentes, una vez constatada su sinrazón. Pude contar con su leal amistad desde aquella época, la cual hubiera sido bastante difícil para mí, si no hubiera estado embebida en mis recién estrenados desvelos maternales y tenido el apoyo, alguno sibilino pero efectivo, de quienes me apreciaban.

Pero, fue a partir de aquella clase abierta en que, de una forma u otra, he estado presente, como tribunal no pocas veces, en aquellos hitos que han marcado la carrera como profesora e investigadora de Maritza y, por ello, pienso, más que por mis virtudes en el campo de la ligüística y la gramática, me ha correspondido hoy, no contestar a su discurso, sino darle la bienvenida a nuestra corporación, como gustaran llamarla algunos de sus fundadores.

Cuando recorremos su curriculum, constatamos que Maritza ha estado vinculada al cultivo de la lengua a través de múltiples enfoques, desde la enseñanza de asignaturas básicas, como la redacción o la propia gramática, hasta disciplinas propias de la lingüística teórica o de la indagación científica de particularidades del español en Cuba, pero siempre reservando su preferencia por las teorías gramaticales, como excelente discípula que fuera de nuestra recordada colega, Ofelia García Cortiñas.

Mas, si en la enseñanza no ha desdeñado el acercamiento a las distintas variantes y maneras de comprender el papel y la función de la gramática, ya señaladas por ella en su exposición, en la investigación Maritza ha rescatado para el análisis gramatical el sentido primero que el término tuviera al establecerse como téchne, ars dirían los latinos, es decir, como conocimiento instrumental para la comprensión de textos escritos, literarios, dentro de aquellas consagradas por los filólogos alejandrinos del período helenístico.

Si bien el término gramática ya aparece usado por Platón y Aristóteles, estos lo emplean con un significado más estrictamente vinculado a la acepción de grámmata como letras, al arte de leer y escribir, aunque también lo vincularían, a veces, a disquisiciones lingüísticas. Sin embargo, solo en el quehacer de los bibliotecarios de la célebre ciudad fundada por Alejandro, el sentido etimológico del término -relativo al resultado de la acción de escribir- se aplica a los textos clásicos y la gramática deviene una téchne específica, expuesta por primera vez en un conciso tratado, el de Dioniso Tracio, que sirvió de sustento no solo a émulos posteriores sino a quienes procurarían fijar las normas en relación con las lenguas modernas.

Así, en su tesis doctoral Maritza aplica por primera vez a un corpus literario de un autor cubano del siglo XIX el análisis sintáctico, con el objetivo de, a través de la fijación de los patrones usados, obtener una mejor comprensión del estilo en la prosa del joven José Martí, al tiempo que demuestra que los rasgos esenciales de la etapa tradicionalmente considerada de madurez ya estaban presentes en su obra de juventud; rasgos algunos apuntados o intuidos por distintos estudiosos, pero solo descritos con el instrumental lingüístico en esta tesis, al tiempo que los resultados obtenidos, publicados en un artículo en Salamanca en 1995[1], descartan la posibilidad de datar escritos martianos, recogidos en sus apuntes, a partir de un basamento linguo-estilístico.

Este uso de los conocimientos gramaticales como téchne para acercarse a la obra literaria también lo ha aplicado a autores, tanto del XIX como del XX, a través de la orientación de trabajos de cursos y diplomas de sus alumnos y en su propia labor investigativa, como en un artículo publicado en Berlín, en 2002, sobre tres cuentos de narradoras cubanas en los noventa[2]; mientras que actualmente trabaja, dentro del proyecto conjunto de investigación lingüística con la Universidad Humboldt de Berlín, sobre textos de mensajes digitales, cursados por algunos de nuestros escritores al calor de la última polémica cultural suscitada en el 2007.

En este último tema, indudablemente, también confluye otra de las vertientes que ha cultivado: la indagación en torno al habla culta. Aunque asumiera la responsabilidad del tema sobre la caracterización gramatical del proyecto “El español en Cuba” en años en que las dificultades materiales devinieron un fuerte obstáculo, no solo para cumplimentar la proyección nacional de sus inicios, sino aun cuando se circunscribió a la capital, algunos de sus resultados fueron dados a conocer por Maritza en sus consideraciones sobre el uso de los modos indicativo y subjuntivo, recogidas en el libro La lengua en Cuba. Estudios, editado por la Universidad de Santiago de Compostela en 2007[3].

Este acercamiento al arte gramatical, con toda la carga de posibilidades significativas que lo han enriquecido a lo largo del tiempo, supone una buena base para enfrentar una pregunta semejante a la que nuestro amigo Reynaldo González pusiera en boca de Isabel la Católica, en el pasaje de su novela que Maritza ha recordado al inicio del discurso, pregunta que adquiere especial resonancia en estos momentos en que se ha abierto una nueva etapa de cuestionamiento sobre cómo la enseñanza ha de contribuir al cultivo de la lengua en nuestro país, desde la primaria hasta la universidad, puesto que, como la nueva académica nos ha resaltado de manera concisa: “El desafío para la disciplina sigue siendo qué, cómo, cuándo, por qué y para qué estudiar gramática”.

Decía Martí que no se ha de desdeñar el pasado como medio de reconocimiento del presente, puesto que en aquel se ve la vida “sin esa ῾bruma de familiaridad᾿ o de preocupación que la anubla para los que vamos existiendo en ella”[4]. Por tanto, esta apretada síntesis que nos ha presentado Maritza de los textos gramaticales publicados en Cuba, puesto que solo ellos documentan de forma implícita las nociones predominantes y los cuestionamientos que pretendían satisfacer, sin que podamos contar con otras fuentes la mayoría de las veces, así como las valoraciones que de su análisis se desprenden, nos muestran que si bien variadas, de acuerdo con el momento histórico de origen, han sido las propuestas de quienes en Cuba se han enfrentado a tal reto, el rescatar las ideas que han primado, los enfoques que en un momento se han absolutizado, mientras que en otro han dado pie a rivalidades y discusiones poco fructíferas, en ocasiones, pero también a intercambios y debates condicionantes de un necesario replanteo; tal rescate, insisto, permite una perspectiva más amplia de nuestra cultura y provee de una base más sólida para abarcar el problema en toda su complejidad e interrelaciones, sobre la cual adoptar criterios científicos y pedagógicos adecuados con el nivel alcanzado en los estudios lingüísticos y con nuestras actuales circunstancias.

Para Ofelia García Cortiñas que tanto se afanara en estas cuestiones, quien alguna vez pensó y comenzó a preparar una gramática destinada a la enseñanza universitaria; fuera, a su vez, una voz muy oída en la comisión de español del MINED presidida por Vicentina Antuña, comisión que ahora esa institución se ha propuesto revitalizar, creo que no hay mejor homenaje que el mantenido trabajo y dedicación de discípulas como las tres, incluida Maritza, que ya forman parte de nuestra Academia y contribuirán desde esta a continuar y encontrar nuevas respuestas y definiciones del papel y función del arte gramatical. Bienvenida Maritza.

[1] M. Carrillo. La sintaxis en El presidio político en Cuba (Apuntes para un estudio). En: En un domingo de mucha luz. Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1995, p. 263-268.

[2] M. Carrillo. Aproximación lingüística al discurso femenino de la narrativa cubana de los noventa. En: G. Wotjak (ed.). Romanische Sprache in Amerika. Frankfurt am Maine, Peter Lang, 2002, p. 325-332.

[3] M. Carrillo. Indicativo/subjuntivo en una muestra del habla oral culta de ciudad de La Habana. En: M. Domínguez (ed.). La lengua en Cuba. Estudios. Santiago de Compostela, Biblioteca de la Cátedra de Cultura Cubana “Alejo Carpentier” de la Universidad de Santiago de Compostela no. 6, 2007, p. 219-253.

[4] J. Martí. Obras Completas. La Habana, Editora Nacional de Cuba, 1963-73, t. 15, p. 385.