Discurso en el nonagésimo aniversario de la Academia Cubana de la Lengua Española, pronunciado por Rogelio Rodríguez Coronel, su Director.

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Dra. Ena Elsa Vázquez Cobiella, Ministra de Educación.

Cro. Abel Prieto Jiménez, Ministro de Cultura.

D. Darío Villanueva, Director de la Real Academia Española y Presidente de la Asociación de Academias de la lengua española.

D. Francisco Javier Pérez, Secretario General de ASALE.

Da. Margarita Vásquez, Directora de la Academia Panameña de la Lengua.

Excmo. Sr. Francisco Montalbán Carrasco, Embajador de España en Cuba.

Excmo. Representante de la Embajada de Panamá en Cuba.

Dra. Silvia Navarro, Directora del Instituto Cubano de Ciencias Pedagógicas.

Académicos, colaboradores, representantes de distintas instituciones, amigos todos.

Bienvenidos.

No podrá estar con nosotros, se ha excusado, el académico de número D. Eusebio Leal Spengler. Aprovecho su ausencia para no herir su modestia y decir que, gracias a su mecenazgo, la Academia Cubana de la Lengua puede cumplir su misión al servicio de la sociedad. Nuestra gratitud al Maestro Mayor del Colegio de San Gerónimo.

Hoy celebramos el nonagésimo aniversario de la Academia Cubana de la Lengua con una sesión extraordinaria abierta a todos, precisamente en el día de San Jerónimo, traductor de la Biblia y Doctor de la Iglesia. Realmente lo comenzamos a festejar desde antes, con los ciclos de conferencias sobre los fundadores y sobre revistas culturales republicanas, organizados con fortuna por el académico Antón Arrufat. Y vamos a continuar todo el año para desbordarlo a principios de 2017 con un Seminario Internacional “Enseñanza de la Lengua Española: gramática, escritura y oralidad. Los diccionarios”, organizado por la académica Ana María González Mafud, al cual contribuirán especialistas extranjeros de la talla de Ignacio Bosque, María Antonia Martín Zorraquino, Manuel Martí, Bruno Camus, Concepción Maldonado, así como de lingüistas cubanos como Maritza Carrillo, Marlen Domínguez y la propia González Mafud, entre otros… No hemos encontrado mejor manera: la Academia Cubana de la Lengua siente que su mayor esfuerzo debe dedicarlo a la superación de los maestros y profesores de la lengua, a quienes tienen como misión preparar ciudadanos competentes en el uso del español.

No deseo hacer historia, pero necesariamente hoy tenemos que desentumecer la memoria. Quien desee conocer detalles de la trayectoria de estos noventa años, le recomiendo visitar la página de la academia en internet, donde hay un excelente resumen realizado por la profesora Patricia Motola, orientada por el académico de número Ambrosio Fornet. Por cierto, en esa misma página se publica el discurso pronunciado por nuestro director entonces, Roberto Fernández Retamar, en ocasión de los 85 años de la ACuL, texto que nos llama a la reflexión.

Nuestra corporación se fundó el 19 de mayo de 1926, pero su sesión constituyente se realizó el 2 de octubre de ese año. Hace noventa años ya los fundadores de la institución estaban convencidos de que la identidad del cubano estaba arropada por la lengua. No es fortuito que la empresa estuviera auspiciada por D. Fernando Ortiz, quien tanto desveló sobre las cimientes de la cultura cubana, no lo es tampoco que aquella primera academia estuviera presidida por Enrique José Varona, filósofo, eminente pedagogo heredero espiritual de Varela y de Luz y Caballero, patriota de la Guerra de Independencia.

Nuestra primera muestra de reconocimiento a ellos, a los fundadores, entre quienes también se encuentran Antonio Sánchez de Bustamante, Antonio L. Valverde y Francisco de Paula Coronado, aquellos que junto a Ortiz redactaron los primeros estatutos de la corporación. Tampoco olvidemos a Mariano Aramburu, Mario García Kholy, Carlos Loveira, Jorge Mañach, Manuel Márquez Sterling y Rafael Montoro, a Carlos M. Trelles, José A. Rodríguez Socarrás, Manuel S. Pichardo, José Manuel Carbonell, Fernando Figueredo Socarrás y Ramón Catalá. Perdonen la enumeración, pero un día como hoy no queremos que nadie quede inadvertido.

Entre los primeros, pero cuya obra se enriquece después del medio siglo, José María Chacón y Calvo, gran hispanista, quien fuera el sustento de la academia entre 1950 hasta su fallecimiento en 1969. En el primer cuarto siglo de existencia la institución vivió de manera muy inestable, y fue Chacón y Calvo quien le insufló un nuevo estímulo. Fue en esta época, ya creada ASALE, que se incrementó la investigación en torno a la lengua con la obra de Esteban Rodríguez Herrera, Raimundo Lazo, Juan Fonseca, Adolfo Tortoló, entre otros.

¿Qué motivó a todos ellos? ¿Cuáles fueron sus propósitos? ¿Cómo alguien, como Fernando Ortiz, el tercer descubridor de Cuba, de su intríngulis transculturado, podía promover con ahínco una institución que velara «por la pureza, propiedad y esplendor de la lengua castellana», como se dice en los primeros estatutos? ¿Por qué Varona, quien había escrito «Cuba contra España», estimularía la creación de una academia correspondiente de la Real Academia Española?

La república que resultó de la guerra de independencia fue una criatura baldada, ocupada por los «bárbaros del norte», como los llamó Darío. La Academia Cubana de la Lengua se creó para preservar una identidad, para que en Cuba nunca ocurriera lo que lamenta Rafael Alberti en su poema «Cuba dentro de un piano» cuando dice:

La Habana ya se perdió. Tuvo la culpa el
dinero…
Calló, cayó el cañonero.
Pero después, pero ¡ah! después…
fue cuando al SÍ lo hicieron YES.

Nunca pudieron ni podrán. Y en este punto quiero referirme a la fundación de la hermana Academia Panameña de la Lengua en ese mismo año de 1926 por Samuel Lewis García de Paredes, firmante del acta de la separación del istmo de Colombia, Ricardo J. Alfaro y Baltasar Isaza Calderón, autores de un Diccionario de panameñismos, Ricardo Miró, el poeta de «Patria» —poema que hoy recitan a coro todos los panameños—, Belisario Porras, un consecuente nacionalista amado por su pueblo, todos en un país despojado de una parte de su territorio, y de su mayor tesoro: la reserva acuífera, para la construcción de un canal donde no transitaba la prosperidad para el pueblo panameño, un país que enarboló el español como una barrera ante la lengua del usurpador. «Hable español y cuente en balboa» era el lema de aquellos años, porque desde 1904, año del inicio de la construcción del canal, el papel moneda que circula en Panamá es el dólar norteamericano, desde entonces llamado «balboa». Por eso la Academia Cubana de la Lengua rinde homenaje hoy a la Academia Panameña de la Lengua, no solo por haber sido fundada en el mismo año, sino porque la animaron los mismos propósitos de identidad, tal vez en condiciones más precarias.

También hoy debemos recordar a Dulce María Loynaz, quien, por su estatura intelectual y ética, en días aciagos preservó la corporación y luego buscó aperturas sabias. En este sentido no quiero olvidar a José Antonio Portuondo, quien mucho hizo por restaurar la reinserción de la academia en la vida del país.

Esta tarde todos están junto a nosotros, como también Salvador Bueno, Ángel Augier, Lisandro Otero, Ofelia García Cortiñas, Delio Carreras, Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, Nara Araújo, Gisela Cárdenas, Abelardo Estorino, compañeros que nos han dejado en los últimos años, cuyos esfuerzos y labor contribuyeron al prestigio de la institución. Nuestra permanente gratitud hacia ellos.

No deseo terminar sin ratificar lo que declaramos en abril de este año:

La Academia Cubana de la Lengua manifiesta que el acontecer histórico, social y político cubano ha tenido siempre su expresión en la variedad cubana de la lengua española, así como también en los estudios que sobre ella se han realizado. Vinculada al proyecto de nación desde su surgimiento, como valladar ante el intento de imposición del inglés después, testimonio del desarrollo educacional y cultural hoy, la modalidad cubana de la lengua española, también mestiza y transculturada, es parte de ese permanente proceso en que se elabora y construye la idea de lo que somos en nuestra singularidad caribeña, americana y universal.

Creemos que la lengua desempeña un papel esencial en la formación de valores, en el afianzamiento de una cultura, en la creación de sentimientos de pertenencia, en la conformación en definitiva de una actitud social. Por ello, la lengua tiene hoy, cuando asistimos a un proceso de cambios tecnológicos y científicos de alcance insospechado, una gran responsabilidad en el procesamiento de la información, la organización del conocimiento y la generación de las ideas.

La academia siente como propios los desafíos que deben enfrentar las instituciones educativas y culturales de nuestro país; entre otros, el enorme desarrollo tecnológico al que solo accedemos de una manera limitada; la fuerte presencia del inglés y su empleo, en ocasiones, indiscriminado e innecesario; el imperativo de contar con docentes preparados para desarrollar el proceso de enseñanza-aprendizaje de la lengua y la literatura; la urgencia de un modelo lingüístico en nuestros medios de difusión así como la pertinencia del establecimiento de una política lingüística.

Al celebrar el nonagésimo aniversario de su creación, la Academia Cubana de la Lengua, que considera la lengua española como patrimonio de la sociedad, hace un llamado para que todos, hablantes e instituciones, velemos por su preservación y cultivo, desterremos expresiones inapropiadas que provocan actitudes y conductas sociales agresivas, evitemos el uso de extranjerismos innecesarios, cuidemos la ortografía especialmente en los espacios públicos y en los medios de difusión, respetemos los principios elementales de la comunicación, y continuemos estimulando la educación lectora. Trabajemos todos, unidos, por prestigiar nuestra variedad lingüística, como corresponde a un país que ha hecho una auténtica y nutriente revolución educacional.
Enarbolemos los valores de nuestra cultura, apelemos a la identidad que hemos ido construyendo a través del tiempo con grandes sacrificios, y preservemos las ideas en torno a quiénes somos cultural e idiomáticamente, para que la lengua, su literatura y la cultura que ella encarna, continúen siendo el sostén y amparo de nuestra existencia como nación.

Muchas gracias.

La Habana, 30 de septiembre de 2016.